En el Zen la postura es algo fundamental, lo mismo que en la vida. Según la postura será el modo de vivir la vida. Se puede elegir una postura de víctima, y generar muchísimo sufrimiento así -a sí mismo y a los demás-; una postura de miedo, y vivir en la angustia y el resentimiento; una postura violenta, indiferente o complicada, y los efectos se manifestarán como una vida imposible y/o insoportable.
La espiritualidad de la Cruz comparte esa visión con el Zen, y por eso ayuda a corregir la postura, a hacernos vivir atentos, despiertos y a la vez con una postura que conserve la dignidad, la paz aún en medio del sufrimiento.
Pareciera ser algo sin importancia, pero si se mira atentamente se descubrirá como nuestra postura hace la diferencia: quien haya tenido la oportunidad de ir al mar alguna vez y enfrentarse a una ola, aunque fuera pequeña, sabe que no es posible enfrentarla en posición perpendicular al piso, como un muro, sino que es necesario estar recto e inclinado de modo que sea posible penetrarla en vez de dejarse golpear por ella... lo mismo que se hace para sostener un muro, una puerta o algun objeto de grandes dimensiones y que implica inclinarse para que la fuerza se aproveche bien.
Esto busca la espiritualidad de la Cruz: corregir la postura, de modo que las fuerzas y energías se aprovechen bien; que el sufrimiento no aumente innecesariamente; que se puede afrontar la vida dignamente, con libertad y paz; corregir la postura para poder sostener también a otros en su debilidad, para que puedan también tomar una postura más digna en su vida... y todo esto requiere de una fina atención.
Quien vive la espiritualidad de la Cruz abandona posturas excesivamente cómodas e incómodas, aletargantes y dolorosas; deja de hacerse la víctima y se vuelve tanto responsable -acogiéndolas con ternura- de sus propias heridas como también solidario de las heridas de otros. Cuando se trata del sufrimiento la postura es algo decisivo en la posibilidad de sanar o de por lo menos poder convivir con él, pues una postura demasiado centrada en uno mismo o en la herida difícilmente aliviará o impedirá que aumente el sufrimiento.
La postura del cuerpo, de la mente, de la respiración son fundamentales para una actitud despierta, alegre y solidaria en la vida, por eso la espiritualidad no puede reducirse sólo a actos mentales, a prácticas orales (rezos y discursos, necesarios pero no suficientes), olvidar en la vivencia de la espiritualidad el cuerpo y la respiración es como querer no ahogarse en una ola a base de palabras e intenciones. Sea lo que sea que vivas, que tu postura corporal, de tu mente-corazón y tu respiración hagan posible la firmeza y flexibilidad necesarios. Cuando el viento es demasiado fuerte, sólo las ramas flexibles de los árboles permanecen, mientras las endurecidas se rompen.
¡Despierta! sé consciente de tu postura.